Dame, señor, lo que todavía tienes,
Dame lo que nadie reclama.
No te pido riqueza
Ni éxito, ni siquiera salud:
La gente te pide todo eso con tanta frecuencia, señor,
Que ya no te debe quedar más
Dame, señor, lo que todavía tienes;
Dame lo que la gente se niega a aceptar de ti.
Quiero la inseguridad y el desasosiego,
Quiero el tumulto y la lucha.
Y si me lo concedes, señor,
De una vez por todas
Asegúrame que los conservaré,
Porque no siempre tendré el coraje
De pedírtelos.
Zirnheld
Dame lo que nadie reclama.
No te pido riqueza
Ni éxito, ni siquiera salud:
La gente te pide todo eso con tanta frecuencia, señor,
Que ya no te debe quedar más
Dame, señor, lo que todavía tienes;
Dame lo que la gente se niega a aceptar de ti.
Quiero la inseguridad y el desasosiego,
Quiero el tumulto y la lucha.
Y si me lo concedes, señor,
De una vez por todas
Asegúrame que los conservaré,
Porque no siempre tendré el coraje
De pedírtelos.
Zirnheld
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Néstor y Cristina - Verbitsky, 28/10/2010
El odio de los que odian - Brushtein, 28/10/2010
El whisky del cura irlandés - Granovsky , 27/10/2012
El cenicero y las creencias - Wainfeld, 27/10/2012
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Los muertos que vos matáis
Eduardo Aliverti - Pagina 12, 28/10/2010
No quiero
escribir desde el resentimiento, aunque siento que, en realidad, el
verdadero rencor es el de aquellos a cuyo cinismo apuntará. Algunas
cosas hay que sacarlas bien de adentro bajo pena de traicionarse a sí
mismo si acaso, por razones de ¿elegancia? periodística, de ser modesto
con los conceptos en horas de dolor y de respeto, se las guarda.
Supongo, además, que varios de los conceptos a verter serán parecidos y
hasta idénticos a muchos de los que acompañan las opiniones de esta
edición. Mejor. Uno se sentirá reforzado con la gente, los colegas de
este diario, y otros, que piensan igual o muy parecido y habrán escrito
en consecuencia. En momentos como éstos, lo que justamente hace falta es
juntarse más que nunca con la gente que piensa y dice y pregona como
uno. Ayer, a muy poco de conocerse la noticia, me tocó encabezar la
transmisión especial de AM 750. Muchos testimonios, mucho oyente, mucho
correo, muchas sensaciones. Uno tiene en esto demasiados años de
entrenamiento auditivo, de saber reconocer las entrelíneas de las
declaraciones, de descubrir qué hay detrás de los tonos de voz y hasta
de cada inflexión. Y entonces percibe, registra enseguida, no se le
escapan ni las respiraciones. Percató en consecuencia la angustia
auténtica de la gente común que llamaba a la radio; la que conforma lo
definible desde hace un tiempo como la “minoría intensa” de la sociedad,
contra la presunta mayoría invertebrada que está festejando la muerte
de Kirchner. Sin embargo, a la par llamó la atención de quien firma la
cantidad de llamados del tipo “no soy peronista, no soy kirchnerista, no
quiero a este gobierno, pero...”. Ese pero. Ay, ese pero. Cuánto que
hay en ese pero de “me parece que me di cuenta ahora, con la muerte, de
que no hay nada real mejor que esto, por más que no me guste”.
Pero no, no es apresurado. Son sus instintos más bajos, más pornográficos, de intereses de clase. Cabe reconocerles su impudicia explícita. E incluso prodigarles el reconocimiento de que además de ser así son inhábiles para solaparlo. Dejan todo más claro. Ese es, quizás y no importa si por convencimiento o por lectura especulativa de la realidad al cabo de 2001/2002, el legado más interesante y efectivo que deja Kirchner. Por las razones íntimas que fueran, partió aguas. Obligó a ponerse de un lado o de otro, cuando ya parecía imposible que la pasión política se reinstalara en la Argentina devastada de la rata. Más aun, por estas horas también se desnudan como de cocodrilo feroz las lágrimas y lamentos de quienes se allanaron a hacerle el juego a la derecha con chamuyo de izquierda cinematográfico-nacionalista. ¿Y por qué eso también es símbolo? Porque esa partida de aguas que significó y significa esta rara pero apasionante experiencia también compelió a que cada quien mostrara su vocación de poder. Algunos de la derecha explícita sacaron los tanques mediáticos, pero otros de la izquierda piripipí copiaron a Carrió, compararon a Kirchner con Menem y hace unas horas se manifiestan condolidos ¿de qué? ¿No es que eran iguales?
Por unas semanas como muchísimo, si es que se aguantan, el establishment más concentrado, el gorilaje recalcitrante y sus funcionales nac&pop se llamarán a silencio de expectación. Concluido el duelo de las buenas formas, medirán cuánto tiempo se requiere para que seguir atacando no se les vuelva boomerang. Tensarán que Cristina puede usufructuar, o que le serviría, la imagen de mujer enhiesta en medio de un drama de todo tipo, sola contra todos. Y encima, en medio de ese karma que los sigue regenteando: sus candidatos son horribles, no se les cae una idea alternativa convincente y están a años luz de potenciar a algún referente que demuestre capacidad de mando.
Si lo piensa bien, la derecha atraviesa un problema con la muerte de Kirchner: él venía a ser una suerte de reaseguro para continuar insistiendo contra el “aplastamiento de las instituciones”, el “clima de confrontación”, la “división de la sociedad” y todo el resto de pelotudeces tras cuyo parche se oculta, pésimamente, que no aguantan la afectación de emblemas con que sintieron tocados su alma y su culo. Y la de ciertos privilegios que manotearon sus bolsillos.
Ayer a la noche, el clima de congoja cedía lugar a una efervescencia, tan contenida como callejera, que detrás del dolor avisaba lo siguiente: si hay lugar de retrocesos en lo recuperado para los intereses populares, no les va a resultar fácil. La potencia política de Kirchner ya no estará, Cristina es candidata única y habrá que comprobar si su estoicismo aguanta la presión. Pero es irrebatible que queda una fuerza muy considerable que, cualesquiera sean los avatares electorales, no permitirá así nomás que se vuelva para atrás en ciertas conquistas que a la vuelta de la esquina eran extravíos utópicos.
En síntesis, eleven neo-pliegos de condiciones, festejen, gorileen, viven a las coronarias de Kirchner como antes a sus carótidas y al cáncer de Eva, supongan que se acabaron la ley de medios y que la yegua no debería soportar semejante tensión. Pero, por las dudas, uno les aconsejaría que adviertan la ya masa de gente joven politizada y movilizada y el número de los que se plantean lo que hay enfrente de lo que putean.
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